miércoles, 15 de diciembre de 2010

Un silencio que aturde.

Gotas que caen y no van a ningún lugar, se pierden, se escapan, nadie sabe a donde van a parar. La pava continua silbando con un ruido entorpecedor. El pájaro se posa sobre la ventana y comienza a cantar. Sus cantos ya no son como los de antes, no son dulces ni llenos de miel, saborean un gusto amargo y nadie sabe por qué. Ella sigue ahí, observando la escena sin emitir una sola palabra. Ya no parpadea, ya no la hace sonreír. Está sumida en un mar de pensamientos que no la dejan salir, será que es más feliz allí? Está atrapada en un mundo desorientada, no conoce el lugar, no encuentra la salida, tampoco sabe si la quiere encontrar. Se ve sola, no hay nadie que la venga a salvar, ni la espere al despertar. El silbido, el goteo, el canto, se escuchan a lo lejos, se han vuelto parte del silencio, ese silencio que le penetra en los oídos, alcanza su mente, y no la deja vivir en paz.
De pronto parpadea, mira a su alrededor. Las gotas caen, la pava silba y el pájaro continua con su espectáculo. Vuelve a hundirse en su silencio.

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